Dentro de las tipologías de cristos hispano-filipinos, la más numerosa es la de los expirantes, a la que corresponde esta escultura. De todos los ejemplares conservados en la Península, se llega a la conclusión que lo más importante en este tipo de obras era ante todo su carácter devocional dejando a un lado los planteamientos estéticos. En general, son esculturas de un gran tamaño, como ocurre con este cristo, teniendo en cuenta el material en el que están realizadas. En el caso del marfil filipino su calidad es extraordinaria, debido a su procedencia del Siam o Camboya, dando piezas de gran densidad y un colorido muy característico entre un tono té claro y el blanco rosáceo, aunque cabe señalar, que las piezas más perfectas y blancas se utilizaban, para esculturas marianas.
Otra nota característica de estos cristos, es una clara despreocupación por la anatomía, señalando costillas o incluso venas que no tiene nada que ver con la disposición natural de cuerpo, al igual que la propia expresión del rostro o el conjunto de brazos y piernas, no son indicativos, del momento tenso antes de la muerte.
A pesar del deterioro inicial de la pieza, conserva bien la policromía, datos que nos sirven para fechar mejor la talla, ya que los cabellos y barbas más oscuros, se dan en esculturas más avanzadas, al igual que una cierta abundancia en las heridas, sin llegar a la exageración del XVIII, época donde aparecerá la herida del costado y decoraciones en el paño de pureza.
La limpieza constituyó la primera fase de restauración de esta bella pieza de eboraria de origen filipino. Para recuperar la unidad potencial, dado que se pretende reutilizarlo para el culto, ha sido necesaria la elaboración de las partes que faltan: los brazos, parte de la pierna y de la cara.
Fue preciso documentarse, exhaustivamente, sobre este tipo de piezas características de la importación filipina. Una vez documentada, se realizó una reproducción de la figura para poder trabajar sobre los distintos modelados de las partes, sin peligro de manchar el marfil. Se inició el modelado en plastilina realizando una reproducción de esta mediante pasta especial de escayola de la cual una vez repasada y retallada se realizó un nuevo vaciado mediante resina epoxídica con la tonalidad del marfil. Terminado este laborioso proceso se aproximan en el tono las distintas piezas acabándolas mediante un barnizado con epoxi.